mayo 07, 2009

El daño que le hizo Michael Jordan a la NBA


Michael Jordan es reconocido por todos como el mejor jugador de baloncesto en la historia.

Sus campeonatos, medallas olímpicas, títulos de anotación, canastos ganadores, jugadas espectaculares a la ofensiva y defensiva darían para centenares de miles de artículos.

Es indiscutible su calidad como baloncestista, misma que lo llevó a encumbrarse como la montaña más alta del basket en los Estados Unidos.

Pero no solo se transformó en un excepcional atleta que dominó una era. Michael Jordan se convirtió en un ícono. En una marca. Decir su nombre es como mencionar el de una famosa gaseosa o tarjeta de crédito.

Sus defensores, no sin mucha razón, se molestan cuando alguien simplemente se atreve a decir que tal o cual puede ser comparado con él.

Sin recordar que, para ser avalado como el mejor tiene que ser necesariamente estableciendo un parámetro comparativo con alguien ya que no hay otra manera de demostrar su bondad. Y su influencia como deportista y figura ha sido de tal magnitud que todavía su camiseta, en los últimos 10 años (dejó de jugar en 2002) es la más vendida por la liga en todo el mundo.

Lo malo
Sin embargo, así como su llegada, su indiscutible calidad como jugador, el boom de los medios de comunicación y su figura para “vender” la liga en el mundo dieron sus frutos mientras jugaba, tras su retiro ha probado ser un elemento más negativo que positivo para la NBA.

Desde los ratings de televisión hasta el seguimiento por parte de personas tanto en los Estados Unidos como en Repúblida Dominicana se han resentido con su ausencia.

Ahora que surge un elemento como LeBron James, que está establecido otro como Kobe Bryant y que renace en cierto modo una rivalidad de figuras y equipos, los números comienzan a elevarse, en cuanto al seguimiento por televisión por cable.

Sus seguidores se ofenden si se dice que LeBron o Kobe pueden ser mejores que Jordan y, además de lo deportivo, esbozan el criterio de su figura fuera de la cancha.

En este último renglón, como vendedor de zapatos deportivos y otras cosas que se han orquestado a su alrededor no hay ninguna duda.

Pero cuando se trata del juego en sí, claro que se pueden establecer puntos de encuentro entre uno y otros, en los cuales saldrá mejor parado en algunos aspectos y será superado en otros, como todo en la vida.

Los que proclaman que “desde que se fue Jordan no he vuelto a ver un juego de la NBA” no son fanáticos del baloncesto.

Son fanáticos de un ícono, una figura a la que han acreditado condiciones de Dios, pero que, como todos, está más cerca de la tierra que del cielo.

Quizás no vuelva un Jordan.

O un Magic o un Larry o un Kareem o un Kobe o un LeBron, etc.

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